martes, 20 de enero de 2009

Al hilo del último post, sigo dándole vueltas a la comunicación. Cuando dos personas hablan, cada una aporta sus saberes, experiencias, su capacidad, su brillantez, sus sentimientos, pero la conversación no es la suma de ambas. La interacción las aumenta o las deprime (Marina, 2004). Normalmente me inclino por lo primero, la tendencia siempre al alza. Si el grado de visceralidad o de calentura es desproporcionado se pueden decir o escuchar argumentos terribles. Anoche mantuve una larga charla y acalorada con alguien a quien quiero mucho, más de lo que jamás pude imaginar, era de esperar pués es todo un caballero. La conversación fue resbalando hacia la mediocridad, la rutina, el desapego,y la decepción más absoluta para concluir en dolor y desamor. Algo evidente, cuando hace días que la distancia cada vez es mayor, no me refiero a distancia física. Nos ha empequeñecido a ambos. Esa persona ha sido capaz de activar lo mejor que había en mí y lo peor. Recordé inmediatamente para recuperar el aliento la frase de Ortega y Gasset, Yo soy yo y mi circunstancia, y si no salvo mi circunstancia, no me salvo yo. Es la mitad más importante pero olvidada.
Las relaciones de pareja (terreno pantanoso), pueden y deben interpretarse según diversos modelos. A saber: sometimiento de un plan vital al plan de otra persona, coordinación de dos planes privados, o subordinación de ambos a una meta común. Hasta hoy, el sometimiento ha sido el modelo reinante de la sociedad patriarcal. Y aunque cueste reconocerlo, y somos carne de cañón, la civilización moderna ha idolatrado y valorado tanto las metas personales, que ha tirado por la borda todas las metas compartidas. Un proyecto compartido, ha dado lugar a un modo individualista de vivir, y ésto, querido amigo mío anula el proyecto común.
Los fracasos provocados o acontecidos por el contenido de las metas se sucede varias veces en la vida: matrimonios o relaciones fracasadas, elegí mal mi meta, era imposible, destructiva, contradictoria,egoista, adicciones, trabajos infructuosos,decisiones equivocadas...se denomina individualismo insolidario. No me lo invento, es un termino extendido entre la psicología. Con la carrera meteórica que llevo, el master de mi vida podría titularse: No me gusta el fracaso, lo confieso. Una derrota cansa mucho.

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