miércoles, 25 de junio de 2008

33

Treinta y tres años pasan pronto, en muchas culturas es casi una vida. Hace mucho tiempo que no celebraba mi cumpleaños con la familia. Estoy en casa, con los míos, dormiré en mi camina, al lado de mi hermana, entre recuerdos de infancia y adolescencia. Me siento bien.
Anoche celebramos San Juan a orillas del Pisuerga, entre pucelanos, hogueras y tinto de verano, noche pasada por agua, pero divertida. Quizás no fue perfecta, pero sí inolvidable. Memorable el pasodoble que nos marcamos C y yo. La mañana resacosa, las lentejas del mediodía deliciosas, y la siesta más larga del mundo. Es lo que tiene volver a casa.

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