martes, 8 de abril de 2008

V.V.

Esta mañana leía con mucha atención el blog de Vicente Verdú, que además de ser un buen escritor es un tipo con el que comulgo en la mayoría de sus principios éticos e ideales políticos, lo cual es algo casi milagroso viniendo de esta humilde servidora, gruñona e inconformista. No puede pasar desapercibido el post de hoy, por eso quiero compartirlo...

"Un buen consejo que recibí tras sufrir la última y mayor desgracia no fue dirigirme a un psicólogo sino matricularme en un gimnasio. De esa experiencia aprendí -y me gustaría difundir- que las emociones se reciben directamente y por el organismo en lo más físico y fisiológico de su constitución, como también parece seguro que las transmitimos a partir de complicado sistema. En las relaciones más estrechas la desazón de uno se comunica a otro y el optimismo también. Las personas alegres o tristes lo son no por causa de una sede abstracta o mental que anida en su cuerpo sino por el estado de sus parcelas corporales y de cuya coordinación se desprende no un aroma espiritual sino un humor de la misma especie que los olores o las sudoraciones. Podemos jactarnos de ser algo más complejos que los animales pero no somos, fundamentalmente, de otra especial naturaleza. Del mismo modo que se admite una química para el amor o la amistad, hay una química (o bioquímica) para el resto de los estados de ánimo que vivimos y compartimos. Entendiendo por estado de ánimo no una derivación del estado del ánima sino del fluir de jugos internos. La gimnasia modifica así el estado de ánimo a través de promover el desarrollo de elementos que nos mejoran el punto de vista. Mejoran la visión y perfeccionan la lucidez a la vez que con esa claridad disminuyen la oscuridad de la tragedia y procuran, en fin, una mayor resistencia al pesar tal como si la musculación general ayudara a cargar mayores pesos. La debilidad física lleva al desfallecimiento con suma facilidad y conduce a la claudicación con extrema frecuencia. El cuerpo nos mata o nos defiende, se doblega o resiste. La alegría o la pena no se incorporan exactamente, totalmente, desde afuera sino que constituyen en parte circunstancias procedentes del cuerpo mismo. "

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