martes, 1 de abril de 2008

La mañana del lunes seduce a los currantes responsables y cabrea a todos los niños que odian la escuela. Por oscuros motivos relacionados con el equilibrio cósmico, la mañana del lunes pesa más sobre el terrícola medio.
La del jueves es noche de cómplices, de juergas, de perversión, de pasarse al lado oscuro, nadie quiere contar lo que hizo en esas horas de hedonismo traidor.Tiene un magnetismo especial sobre las personas intrépidas y aventureras como yo, que nos pasamos al lado oscuro por unas horas y después negamos hasta tres veces lo evidente. Temo las noches de jueves con luna llena.
El miércoles vale cualquier cosa, los mejores viernes comienzan en miércoles.
Ni el mediodía de un martes asfixiante pesa tanto como una noche de sábado a solas. Es odioso, triste, patético, deprimente, desgarrador ... cuantos no pensarán en el suicidio un sábado por la noche.
Y en contra de los tristes y acongojados, la tarde del domingo suele ser la mejor de la semana, sólo que uno la desperdicia durmiendo.
Cuatro de cada tres martes el universo amanece dotado de una extraña sensación de rareza, como de pienso luego existo. Los martes son fantásticos para no hacer nada.
Hay pervertidos que van de caza la madrugada del sábado. Odio a estos depredadores que nunca dan tregua, y se avalanchan sobre tí en cuanto te descuidas. Pobres infelices. Todavía no han aprendido que de madrugada el sexo es horrible, mezquino y cutre. Con olor a alcohol, sudor, tabaco y sabor a "no me he limpiado los dientes desde hace 12 horas".
Pocas fiestas ocurren durante la noche del lunes al martes; si alguna se prolonga, nadie la olvidará, como la de la semana pasada, que comenzamos tocando en un café y terminamos afanando una botella de vodka en la barra de un cutre-pub. Patético y a la vez divertido y entrañable. Sobretodo cuando los demás van peor que tú.
Las tardes de los viernes parecen a una fuga masiva, el centro donde trabajo es casi un escenario de hamlet, fantasmal y aterrador.
Siempre creí que las personas felices son aquellas que se desvelan en miércoles. Una que yo sé, se desvela en mitad de cualquier noche, y no por buenas noticias o actos precisamente. Ójala. Pero soy infinitamente más feliz que muchos.
Existe una buena dosis de vanidad en esta extravagante propensión de algunos seres nocturnos a perder el control cada día festivo.
Por regla general, los lunes de diciembre contienen más pimienta que los viernes de enero. Las mejores noches las viví durante el mes de diciciembre con alguien que jamás volveré a besar. Eran encuentros casuales maravillosos y aterradores.
Si observamos detenidamente la mañana del viernes, descubriremos que caben varios minutos de treinta segundos. Sobretodo si estás trabajando. Pasa el tiempo volando.
Matemáticamente es improbable que un lunes pueda ser el mejor día en la vida de nadie, pero a más de uno le ha sucedido.
Por lo demás, las matemáticas trabajan poco en lunes: acordaros de los días de instituto.
Podemos llegar lejos con un hombre que conocimos en viernes, pero sólo hasta ciertas alturas del sábado ( la madrugada). Es decir, que de habernos conocido en la aridez desértica y anodina de un lunes por la larde, seguramente nunca nos habríamos dejado.

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