viernes, 15 de febrero de 2008

Como dice Carmen Posadas en un artículo publicado en Pequeñas Infamias, "Existe una teoría infalible sobre los amigos, y es que hay que saber bien qué se puede esperar de cada uno".

En una de las circunstancias más dolorosas o difíciles de mi vida, descubrí quien era quien. Cada uno sirve para lo que sirve y no hay que esperar más ( como los hombres, descubierto hace dos días, palabrita del "niño jezú"). Los hay egoistas y generosos.

Hay amigos a los que llamamos a las cinco de la mañana para que nos consuelen del mal de amores. Otros te escuchan sin pestañear y te ofrecen su hombro, de día. Otros son como una tumba, nunca divulgarán una confidencia, y siempre hablaran bien de nosotros. Algunos (raro, raro) a los que podemos acudir en un apuro económico. Lo que no podemos esperar es que el que nos presta dinero, hable bien de nosotros. O el que nos escucha el mal de amores sea como una tumba. Cada uno sirve para lo que sirve. Punto. No me importa que me llamen a las cinco de la mañana si el problema es gordo o tu pareja te ha dejado, pero si me llamas a las 8:00 am para preguntar que voy a hacer hoy, me callo, pero te daré una colleja seguro, y de las buenas.

Aprendí a esperar poco de la gente, así todo lo que me venga será siempre algo inesperadamente maravilloso.

Amigos aparte, ultimamente tengo pensamientos recurrentes sobre un tema. Hablaba hace un par de días con mi abogada. Comentaba que de los 16 años que ejercía como letrada de separaciones, ningún cliente le ha confesado jamás que la soledad sea un estado ideal de vida. Pienso luego existo. Y si existo tengo necesidades. Físicas, psíquicas y afectivas. En el trabajo te relacionas a diario con personas que saben poco o nada sobre tí, pero tú les saludas amablemente y te comportas como un ser social in-extremis. O tiras del teléfono para confesarte con los amigos que ves una vez al año. O te besas con un guaperas de tres al cuarto para sentirte deseada, y te alegren el oído. Eso es la medicina del alma. Como dice Sabina las pastillas para no soñar. Si quieres vivir cien años, déjate querer, procura no enfermar y no abuses de la soledad, porque engancha. Pero si lo que quieres es vivir solo/a, entonces dedícate a tontear con vicios inconfesables, a putear a la peña, a vivir del cuento, y a esperar que encima te quieran. Los amigos tienen límites y la mayoría de las veces los marcan ellos, no nosotros.

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