domingo, 27 de enero de 2008

Guerra y paz

Война и мир, de lIEV tOLSTÓI.

Así es el titular del post de hoy. Una de mis películas favoritas "Las flores de Harrison" narra la historia de un corresponsal de guerra americano que viaja hasta Bosnia a cubrir la guerra de los balcanes.

En su ausencia, su mujer, también periodista y sus hijos cuidan de su invernadero. Un día reciben la noticia de que le ha alcanzado una explosión y ha muerto.

La mujer sueña con él durante semanas, intuye que está vivo....va a buscarlo y descubre los horrores de la guerra en primera persona, herida, maltratada, violada, perdida consigue encontrarlo, ciego, y moribundo en un hospital a punto de ser evacuado. Estremecedor.

Si deciden verla, hallaran un relato realista y cruel, aunque ya sabemos que la realidad siempre supera la ficción. Cuando salí del cine, era de noche, la una o las dos, pensaba en lo segura que me sentía a esas horas de la noche...sola, nadie me estaba apuntando con un arma, no iban a violarme, al llegar a casa tenía comida, estudiaba una carrera costeada por mis padres, vestida con ropa de abrigo y en una ciudad maravillosa (Gijón).

Durante esos meses, conocí y toqué con varios músicos albano-kosovares, bosnios y croatas. Todos huían de la guerra. Todos buenas personas. Todos esperando la paz. A todos les había muerto alguien. Era el año 1993, y les prometo que en vida he visto tanto sufrimiento reflejado en unos ojos.

Han pasado muchos años. Y se dice pronto pero son casi la mitad de mi vida. Trece años después del final de una guerra que costó más de 100.000 muertos y miles de millones de euros en ayuda, Bosnia-Herzegovina no funciona.

El Estado creado en los acuerdos de Dayton es caro e ineficaz, un rompecabezas dividido en dos entidades, tres nacionalidades y 10 cantones, es decir, 14 consejos de ministros, 14 parlamentos y 760 diputados.

Los nacionalistas, la corrupción y el abandono de la comunidad internacional, más interesada ahora en Kosovo, han convertido Bosnia en un polvorín. La situación bosnia es una lección a tener en cuenta para actuar en Kosovo tras su anhelada independencia. En diciembre los habitantes de Sarajevo se lanzaron a hacer acopio de productos de primera necesidad. El fantasma de la guerra sigue vivo, grabado en la memoria y en las miles de tumbas que inundan los parques.

"Ser ciudadano en Bosnia es algo insano. Los jóvenes están pensando en marcharse. Los políticos se consideran intocables y acuden a la retórica nacionalista para defender sus intereses", asegura Sasa Madacki, director del Centro de Derechos Humanos.

No hay acuerdo para reformar el Estado. No existen estructuras. Ni universidades, ni educación, ni policía. Ni siquiera han podido pactar una única lista de medicinas con descuento en la Seguridad Social. Dos de las tres nacionalidades miran hacia sus hermanos mayores del otro lado de la frontera: los serbo-bosnios a Serbia y los croata-bosnios a Croacia. Bosnia es un país imposible, un Frankenstein de la ingeniería política.

Ayudemos con nuestra política internacional. "Se supo parar la guerra, pero no construir la paz. Es como si los aliados hubieran dejado a los nazis administrar el Plan Marshall", dice Miroslav Zivanovic, experto en sociedad civil. "No hay catarsis en Serbia ni en la República Srpska porque el drama no ha acabado. Estamos en el segundo acto. Aún no ha caído el telón en los Balcanes".

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