martes, 15 de enero de 2008

Pon una rana en tu vida

Antes las ranas se convertían en príncipes guapísimos dentro de unos cuentos con finales felices en los que todos y todas comían perdices. Ahora, lo más normal es que tras unos días de sexo desenfrenado, alcohol, tabaco, marihuana, todo se confunda...y la rana se quede en eso: un batracio de tres al cuarto, verde, baboso, saltarín e insignificante.

Los principes no han existido nunca. Ya lo sabemos, pero hay ranitas muy lindas que te dan casi todo lo que necesitas para tener la piel hidratada y un aspecto de eterna juventud ( es el secreto de mi incombustible energía). Es como la baba de caracol, solamente es eficaz cuando el animalillo en cuestión babea en estado de stress. Ja ja ja

Por si acaso, ayer entré en una farmacia y me compré una crema que debe ser la leche porque me costó un riñón. Anoche la unté por cara, cuello y escote. La verdad es que mi piel reluce como un diamante. El cutis simpre a punto y perfecto por si acaso aparece un principe de carne y hueso.

Hace tiempo que me decanté por comer ancas de rana, creo que hay un restaurante en Estrarburgo, "Buerehiesel", donde preparan las mejores del mundo. Pero claro, yo como de todo, caracoles, ciervo, jabalí, rana y lo que haga falta...la gastronomía es lo que tiene...variada y a gusto del consumidor.

Anda que no hay libros sobre ranas. Ahora resulta que se han convertido en los nuevos gurús del s. XXI, nos las pintan como ejemplo de superación, supervivencia, sabiduría y arrojo. Os aseguro que me parto el eje de la risa...de verdad..ja ja ja. Las ranas son ranas en una charca o fuera de ella. No se pueden personificar. La literatura que diga lo que quiera.

Mañana mismo localizo una, y voy a besarla todos los días haber que me ofrece. Espero que esté de buen ver, porque una no se arrima a cualquier cosa.

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